Haber llegado cuarto en el Belmont Stakes también fue un triunfo
La meta no se cumplió como se deseaba pero la participación de Cañonero II fue digna, dominó 2000 metros a pesar de sus problemas en un casco
Con el triunfo de Cañonero II, en el Preakness Stakes, se acreditaron la Doble Corona. Todo para Juan Arias, Gustavo Ávila, Pedro Baptista y, Juan Quintero, era alegría en un mundo real, todo era positivo y nacieron grandes oportunidades. Nadie podía imaginar que el 30 de abril de 1971, el caballo venezolano. veintiún días después, estuviera a punto de igualar al campeón, Citation (Bull Lea – Hyproplane (GB), el último purasangre norteamericano en aquel entonces en ganar la Triple Corona de USA en el año de 1948. El invasor venezolano llegó bien a las caballerizas, luego de concluir el Preakness. Desde ese momento, Arias, Ávila y, Baptista, comenzaron a soñar con la trilogía y por supuesto… tramitaron su visa para ese sueño.
Los analistas hípicos de la tierra del “Tío Sam”, no daban con la respuesta de: ¿Cómo Cañonero logró los triunfos en el Derby y el Preakness? Pero tenían claro que el “Belmont Stakes” G1, era y es: “El cementerio de los caballos velocistas”, así como también, es el “Test de los Campeones”, era la prueba de fuego para la inmortalidad soñada.
La delegación venezolana antes de ir a Nueva York a preparase para el Belmont, aprovecharon primero tres días en Maryland, para descansar un poco, trazar las estrategias para el entrenamiento del caballo y celebrar el triunfo del Preakness, en un agasajo que preparan siempre los organizadores del evento y autoridades del hipódromo de Pimlico. En justicia los héroes del hipismo venezolano, disfrutaron al máximo del triunfo, mientras que el “Negro” Juan Arias, vivió su propia historia de la “Cenicienta”.
El 20 de mayo llegó Cañonero a Belmont Park, el mítico hipódromo de la ciudad de Nueva York, el cual fue remodelado 1968. Inmediatamente, Juan Arias, activó su plan de trabajo para el caballo y él mismo sin perder tiempo, salió a reconocer la pista, con trabajos suaves, donde se vio bien… en las primeras de cambio, pero sin impresionar a los especialistas. Vale destacar, dada la magnitud del evento, la delegación criolla, ya no estaba sola, la prensa, la comunidad hípica de los Estados Unidos y la élite del hipismo venezolano, estaban monitoreando el día a día del purasangre, inclusive, el mismo Dr. Rafael Caldera, presidente en aquel tiempo de la República de Venezuela.
El mes de mayo estaba en sus días finales, había gran expectativa del público por conocer el resultado de la edición 103 del Belmont Stakes. El verano se empezaba a sentir, el potro a pesar de estar en su peso y físico ideal, en los ejercicios, no mostraba evolución en los tiempos, la duda era: ¿Aguantará los 2400 metros? por otro lado, los magnates que invierten en caballos de carreras, ya tenían la vista puesta en Cañonero, para hacerlo de su propiedad, y para que no quedara duda cargaban los dólares en la mano.
A una semana del clásico, habían rumores negativos sobre Cañonero, unos decían que tenía problemas en uno de los cascos, otros decían que era cañera y, los alarmistas que eran problemas en los tendones; sin embargo, mucho más allá de esos comentarios, el público quería a un nuevo triplecoronado en los Estados Unidos, Iba a ser un hecho el favoritismo del hijo de, Pretendre (Doutelle – Limicola), para la carrera. Un detalle curioso… es: Gustavo Ávila, durante cinco semanas, se dividió en dos, con compromisos los fines de semana en La Rinconada y, trabajos los días de semana en USA. Hay quienes dicen, Ávila, debió haber estado a dedicación exclusiva con el caballo, mientras se estuviese allá, aspirando a la Triple Corona.
Entre una cosa y la otra, llegó el sábado, 5 de junio de 1971, la gran fecha para la hípica venezolana y el evento del año en los Estados Unidos; la edición 103 del Belmont Stakes. Esa tarde un sol radiante, el verano estaba intenso y en las tribunas, había más de ochenta mil espectadores (82694 asistentes con boleto), esperando el desenlace de la carrera de los campeones.
Se vino lo esperado en la jornada, el Belmont Stakes, Juan Arias, estaba en el puesto del caballo para ensillarlo. Un paddock tipo jardín, al descubierto y muy particular, donde se respira grato hipismo. El número para Cañonero II, en el clásico fue, el “ocho” (8), el dígito que tenía la visa de los sueños. A los pocos minutos, Gustavo Ávila, hizo acto de presencia en el sitio, luego de salir del recinto de jinetes, listo para montar. Él a sabiendas que el caballo, no tuvo los ejercicios necesarios, y los registros deseados en los aprontes previos a la carrera, los cuales validaran las credenciales de gran favorito, era una mata de optimismo, lleno de mucha fe y esperanzado en el Belmont.
Suena el clarín, que anunciaba el desfile protocolar de los doce ejemplares al aparato de partida, Cañonero II, con el número 8, iba hacia al mismo con altivez, su jockey, Gustavo Ávila, muy seguro de sí mismo y con mucha tranquilidad, dado el respeto que se había ganado de la afición en general, la cual le manifestaba en esta oportunidad admiración, Nueva York, definitivamente era otra cosa, ya que no era nada sencillo estar en la historia de los jinetes ganadores de un Kentucky Derby y de un Preakness Stakes.
El punto de partida del Belmont Stakes, está al frente de la tribuna principal, muy cerca de la llegada. Al cuadrar el último ejemplar, se dio la partida de la competencia, con ella las esperanzas y sueños de los venezolanos. En esta ocasión, Cañonero, tiene su mejor arrancada, en los primeros metros se posicionó en el primer lugar de la carrera, al giro de la primera curva, el potro tomó el control de la prueba, viéndose muy ganoso y con velocidad, Ávila, se acomodó en su cabalgadura a dar lo mejor de sí, con conciencia de lo que tenía en sus manos y de lo que significa ese evento.
En el momento que pasan los 1200 mts. Cañonero continúa al frente de la carrera, con dos cuerpos aproximadamente de diferencia sobre su escolta y todo hacía suponer que él mismo tenia opción clara de triple coronarse, ya que el ejemplar venía cómodo en la punta, sin embargo, Pass Catcher (All Hands – La Grue), ya era llamado a correr. La recta del frente del Belmont Park en términos criollos: “No es cualquier cosa…” Y Cañonero, se mantenía dignamente dominando pero a generarle presión por la vanguardia entre ellos, Bold Reason (Hail To Reason – Lalun). Cuando comienza el giro de la última curva, hablamos de que quedan unos 900 mts de carrera, el potro venezolano sigue en la punta, ya asediado por fuera por Pass Catcher, quien le pide cuentas al criollo. Punto a destacar: Pass Catcher estaba descansando, no había participado en las dos anteriores de la triple.
Una vez que entran en la recta final, Cañonero, sede la punta, agotado luego de dominar 2000 de los 2400 metros del tramo a recorrer. Ávila pone de manifiesto toda su experiencia y clase, para ver si el caballo lograba reaccionar y volviese al primer puesto, pero ya tenía una desventaja de casi tres cuerpos detrás del puntero. Lamentablemente el esfuerzo fue en vano, y Pass Catcher se desprendió en los 300 finales, el mismo se veía ganador, mientras que para, Cañonero, esa distancia parecía una eternidad.
La recta final del Belmont Stakes de 1971 era una tragedia para los venezolanos, Cañonero II, no sólo cedía el primer lugar ante, Pass Catcher, sino también, el segundo y tercer puesto respectivamente ante, Jim French (Graustark – Dinner Partner) y Bold Reason, la verdad, no tuvo el fuelle para volver y atropellar, lo dejó todo en la cancha con mucha gallardía. Finalmente llegaron como previamente se citó, siendo Pass Catcher el flamante ganador del Clásico. En ese momento puntual, los sueños se desvanecieron, la alegría se convirtió en pesar y, la realidad se hizo cruda.
Juan Arias: “Cañonero II tenía una infección en el casco, me di cuenta una semana antes de la carrera, cuando lo estábamos herrando, y sugerí retirarlo, dadas las circunstancias. Como no hablaba inglés, no le pedí antes al herrero que revisáramos al caballo, si me hubiese percatado a tiempo, hubiésemos cambiado la historia”.
Ahora bien… Cañonero II, hizo una notoria carrera y cayó con el honor de los campeones. Hoy en día podemos afirmar: Los triunfos en el Kentucky y Preakness, así como también, el cuarto lugar en el Belmont, son una verdadera, “hazaña”. Quedó la satisfacción de sorprender al mundo y que la delegación criolla representada por: Pedro Baptista (Propietario), Juan Arias (Entrenador), Gustavo Ávila (Jinete) y, Juan Quintero (Caballerizo cuidador), hicieron una gran labor, como nunca en la historia, demostraron que los sueños son posibles, mientras, haya buena voluntad, respeto, talento, humildad, actitud, compromiso y, fe en Dios.
Cañonero posteriormente a los clásicos de la Triple Corona, fue vendido a Robert J. Cléber, por una suma millonaria de dólares, para servir como padrillo en el “King Ranches de Texas”, desafortunadamente, el purasangre no dejó cría que se haya destacado en el hipismo. El 9 de noviembre de 1981, el castaño doblecoronado, murió en el Haras Tamanaco a los diez años de su consagración en las pistas de USA. Los verdaderos hípicos recuerdan su leyenda y el legado de quienes hicieron posible ese sueño.
José Daniel Gil
@josedaniel11
Dibujo: Alejandro Da Costa
Vídeo Cortesía de: Canal YouTube de Vintage North American Horse Racing
Mensaje del editor: La hípica es pasión y entretenimiento, pero el verdadero goce de la vida es Dios. Por tal razón, hoy comparto esta palabra con usted que lee el presente trabajo y lo invito a seguir la cuenta: @cristianoydefe, si tiene un problema contáctenos porque oraremos por su restauración.
Los dos trabajos anteriores y el presente, los cuales han sido publicados en esta web, sobre, Cañonero II, en la Triple Corona de USA, forman parte de tres capítulos del libro: “Legendarios del Hipismo Venezolano”.
Mateo 13:57 “Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa”.